Todas las notas musicales que podemos ver en cualquier partitura tienen dos características principales: la duración y la ‘altura’, dos conceptos bastante obvios.
La duración es simplemente el tiempo que suena aquella nota. Cuanto más tiempo suene más ‘larga’ es la nota.
Ya que todas las notas pueden durar lo mismo es evidente que la altura es lo que las diferencia unas de otras.
La altura es la ‘agudez’ o ‘gravedad’ de la nota. Las notas más agudas son más ‘altas’ y las graves son más ‘bajas’.
Así por ejemplo, la nota Re es más grave que la nota La y al mismo tiempo más aguda que Do.
Todo esto es bastante evidente y realmente es un poco tonto explicarlo pero más vale ser un poco metódico e ir paso a paso.
Si nuestra imaginaria partitura es sencilla lo más seguro es que podamos cantarla o tocarla con el piano, con la guitarra o con cualquier otro instrumento.
En este caso también resulta evidente que aunque las notas duran lo mismo y son igual de ‘altas’ en todos los casos la canción no es igual, o mejor dicho suena diferente. De modo que además de la duración y la altura debe haber ‘algo más’ escondido en alguna parte. Habrá que someter una profunda exploración a nuestra pobre Re para aclarar todo este asunto.
Cuando hablamos de música básicamente hablamos de sonidos y de silencios. Combinando ambas cosas de un modo concreto obtenemos música. Si nos ponemos muy técnicos diremos que todo sonido es una onda sonora que viaja en el aire y que nuestros oídos se encargan de captar.
Y la gracia de todo es que cada objeto o fenómeno al producir un sonido genera unas ondas ligeramente diferentes, lo que nos permite reconocer su origen ya sea un violín o una lavadora, etc.
Las ondas sonoras tienen cuatro cualidades básicas: duración, intensidad, altura y timbre.
La duración ya ha sido nombrada y como entonces no presenta dudas: es el tiempo que dura la onda.
La altura también se ha nombrado anteriormente, pero ahora estamos hablando de ondas sonoras. La altura de una onda es su frecuencia. Las ondas sonoras se generan por un movimiento vibratorio. Cuanto más rápida es la vibración más alta es la frecuencia de la onda y del sonido.
Esto es fácil de entender si pensamos por ejemplo en una batidora con varias velocidades: cuanto más alta sea la velocidad del motor más agudo será el sonido que produzca.
Y podemos saber la frecuencia de nuestra destripada nota Re? Pues sí: 293,665 Hz (ciclos por segundo). Cualquier cosa que emita una onda sonora de 293,665 estará tocando un Re, ya sea una flauta, un molinillo de café o una motosierra. Si lo hace a una frecuencia de 440 Hz entonces tendremos un La, lo cual coincide con lo que habíamos comentado: mayor frecuencia, sonido más agudo.
¿Y qué pasará si doblamos la frecuencia, por ejemplo de 440 Hz a 880 Hz? Pues que seguiremos teniendo la misma nota La, pero una octava más alta. Sigue siendo un La, pero más agudo. Es decir, que las notas se van repitiendo cada vez un poco más agudas. Lo mismo pasa con los colores: el azul claro y el azul oscuro son tonos de un mismo color. Estrictamente no son el mismo color pero para nosotros ambos son azul. En el caso de las notas sonarán más graves o agudas pero en esencia siguen siendo las mismas notas.
Algunas veces, si queremos concretar exactamente a que nota nos referimos le ponemos un número a continuación. El La ‘440’ es el La3 y el ‘880’ es el La4. El número indica la octava. No lo hemos nombrado pero también existe el La2, que tiene una frecuencia de 220 Hz. Efectivamente si dividimos la frecuencia por dos también seguimos teniendo la misma nota, pero en este caso una octava más baja.
Por cierto, el término octava viene de la escala mayor. Si recitamos las notas de la escala do, re, mi, fa, sol, la, si.. son siete notas. La que hace ocho vuelve a ser do: la octava.
Para daros un respiro ahora vamos a hablar de la intensidad, que es algo fácil de entender.
La intensidad es sencillamente la fuerza del sonido. Si susurramos tendremos sonidos de baja intensidad. Si cantamos o gritamos tendremos sonidos de alta intensidad.
Ya sólo nos queda hablar del timbre, y por eliminación este debe ser el ‘algo’ que hace que un Re de batidora suene diferente a un Re de Plácido Domingo.
Efectivamente, el timbre es la ‘huella digital’ que distingue un instrumento de otro, o en el caso de las personas una voz de otra.
Como en muchos otros aspectos de la vida el mundo de los sonidos no es perfecto. Eso quiere decir que en realidad no existen sonidos ‘puros’ de una frecuencia concreta sino que están ‘contaminados’ por otros sonidos más débiles llamados armónicos. Estos armónicos modifican la onda sonora generada y provocan esta ‘diferenciación’ entre los distintos instrumentos.
Aquí por ejemplo podemos ver el aspecto de una onda producida por un piano
Y aquí podemos ver la de un violín.
El tema de los armónicos es bastante más complicado pero hoy no nos vamos a meter en ese fregado. Por el momento nos conformamos con saber que cada instrumento musical emite unos armónicos diferentes y eso explica que aun tocando exactamente la misma nota tengamos una ‘sonoridad’ diferente.