Letras y números para poner orden

Seguro que más de una vez os habéis fijado en esas letras y números que aparecen al final de los títulos de las obras de compositores clásicos: Op 1, K 107 , BWV 32, Sz 4, Hob 71, S 9…
La explicación rápida y breve es que son números de catálogo: un código que identifica de modo unívoco la obra de un compositor.

 

En un mundo perfecto no tendríamos tantas letras, tan solo la palabra Opus o su abreviatura Op. seguidas de un número. Opus es una palabra latina que significa obra. El número indica la posición ordinal cronológica de la obra. Así pues la primera obra de un compositor será siempre su Opus 1. A partir de aquí, a medida que el compositor vaya creando nuevas obras estas se irán numerando consecutivamente. Así por ejemplo tenemos el Opus 68 de Beethoven que corresponde a su sexta sinfonía. El Opus 67 es la quinta sinfonía, la obra que compuso junto antes, mientras que la que compuso justo después es el Opus 69: Sonata para chelo nº 3.

Pero como todo en esta vida, no es tan sencillo como pueda parecer. Sería bastante lógico pensar que los propios compositores tenían un cierto control sistemático de las obras que iban componiendo. Pero en realidad muchos de ellos eran tan buenos componiendo como malos ordenando sus cosas.
En ocasiones simplemente no las numeraban y dejaban que lo hicieran por ellos los editores al publicarlas. Pero entonces sucedía que como cada editor llevaba su propia numeración al final la partitura de una misma obra podía tener un número distinto en función quien la hubiera impreso.
Otros compositores empezaron numerando sus trabajos para dejar de hacerlo pasado un tiempo. Béla Bartók es un ejemplo de esto último.
Mozart trató de llevar un control de su prolífica creatividad pero no tuvo mucho éxito ya que acabó cometiendo errores como repetir números por lo que su numeración actualmente no tiene ninguna utilidad.
En el caso de Bach ni él ni nadie de su época se preocupó en numerar de ningún modo sus obras. Simplemente en aquellos tiempos aquello no se hacía.

Ludwig von Köchel

Ludwig von Köchel

Así pues hizo falta que alguien con muchas ganas se pusiera a ordenar y clasificar las obras de estos genios de la música.
Una de estas personas fue Ludwig von Köchel, un pequeño noble vienés que vivió a mediados del siglo XIX. Era un gran admirador de la música de Mozart y ello le llevó al punto de crear un catálogo de sus obras, el cual fue publicado en 1862 con el título de Catálogo cronológico y temático de todas las obras musicales de Wolfgang Amadeus Mozart.
Como el título indica, Köchel básicamente ordenó las diferentes obras por orden cronológico y a partir de ahí las fue numerando del uno en adelante colocando delante del número las letras KV, que son la inicial de su apellido más la inicial de la palabra Verzeichnis (catálogo). A veces para simplificar se pone simplemente la K.
De modo que la primera obra que compuso Mozart cuando era un niño es el KV 1 (minueto para clave en sol mayor), mientras que su famoso réquiem en re menor (la última obra que compuso) es el KV 626.

Otro personaje que merece ser destacado es Wolfgang Schmieder, un musicólogo alemán que publicó en 1950 el catálogo de las obras de Johan Sebastian Bach. En este caso Schmieder no ordenó las obras cronológicamente sino temáticamente. Así por ejemplo todas las misas están comprendidas entre el número 232 y 242 y los conciertos entre el 1041 y el 1071.
Delante de cada número puso las siglas BWV, que son las iniciales de Bach-Werke-Verzeichnis (catálogo de las obras de Bach). Por aquel entonces ya existían dos catálogos de la música de Bach: el de la Sociedad Bach y el de la Nueva Sociedad Bach. El primero utilizaba las siglas BG y la segunda NBG. (este puede ser uno de los motivos por el cual utilizar unas siglas en vez de poner simplemente Opus, que aparentemente parece ser lo más lógico).
El catálogo de Schmieder con el tiempo se impuso a los dos anteriores y actualmente es el estándar mundial para las obras de Bach.

En el caso de Béla Bartók existen hasta tres catálogos diferentes de sus obras. El más utilizado es el creado por András Szőllősy y que utiliza las siglas Sz.
Y así podríamos seguir encontrando prácticamente todo el alfabeto o gran parte de él…

B – Antonín Dvořák (catálogo de Jarmil Burghauser)
D – Franz Schubert (catálogo de Otto Erich Deutsch)
L – Claude Debussy (catálogo de François Lesure)
R – Franz Liszt    (catálogo de Peter Raabe)
S – Franz Liszt    (catálogo de Humphrey Searle)

Para terminar hay que decir que aunque aparentemente crear un catálogo musical es una tarea compleja en realidad lo es mucho más: Es necesario saber la fecha exacta o como mínimo aproximada de cada obra, también donde se compuso y las circunstancias que llevaron a ello. Hay que confirmar la autoría real de las obras, ya que se dan casos de obras atribuidas a un compositor que en realidad no lo son o a la inversa. También hay que incluir los primeros compases de cada obra en el catálogo o su tema principal. Posiblemente algunos de estos estudiosos en algún momento han pensado que resulta más sencillo crear que clasificar.

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