Todos hemos cantado o recitado alguna vez aquello del Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si. Es una de esas cosas que se aprenden cuando niño y que ya no se olvidan nunca.
Puede que no sepamos nada más sobre música pero al menos sabemos el nombre de las notas musicales.
Ya os podéis imaginar que estos nombres no están elegidos al azar. Hay una historia y un motivo que explican por que Re se dice Re y no Ta o Vu.
Como suele pasar en esta clase de historias debemos remontarnos a la época en que Euterpe corría por los bosques de Grecia. La cultura griega ha tenido una fuerte influencia en la cultura occidental y la música no es una excepción.
Los griegos no se complicaron la vida a la hora de buscar un nombre para las notas: utilizaron su propio alfabeto. De modo que la primera nota era la Α (alfa), la segunda la Β (beta), la tercera Γ (gamma) y así hasta llegar a quince letras, o sea quince notas, que son dos octavas.
Un niño de aquella época lo tendría un poco más complicado para cantar las notas. La cosa más o menos sería algo así…
Α, Β, Γ, Δ, Ε, Ζ, Η, Θ, Ι, Κ, Λ, Μ, Ν, Ξ, Ο
Ya se que me direis que nosotros tenemos sólo siete notas y os preguntareis dónde han ido a parar las restantes. La respuesta corta y sencilla es que nosotros ‘repetimos’ los nombres de tal modo que usamos el mismo nombre para diferentes sonidos. Es algo parecido a lo que pasa en los hogares donde padre e hijo se llaman Jorge. Los griegos llamarían ‘senior’ al padre y ‘junior’ al hijo. Nosotros decimos Jorge y por el contexto sabemos si nos referimos al padre o al hijo.
Si nuestro muchacho griego cantase las notas utilizando nuestro sistema diría…
La, Si, Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, Do, Re, Mi, Fa, Sol, La
Fijaros que empieza cantando un La. La nota Α corresponde a nuestro La, la Β a nuestro Re, etc.
Que los griegos empezasen a contar las notas a partir de La y no de Do o de cualquier otra nota es por un motivo muy importante que de hecho es la base de casi toda la música que conocemos. Pero hoy no os voy a meter en este fregado, tan solo lo menciono para aclarar que todo esto es el resultado de un sistema matemático. Y los griegos sabían un montón de matemáticas.
El primero en hablar de todo esto o al menos que tengamos constancia escrita fue Aristóxeno de Tarento, un filósofo y teórico de la música del siglo IV aC.
Como también suele pasar, después de los griegos llegan los romanos, en concreto otro filósofo llamado Anicius Manlius Severinus Boëthius. Nosotros lo conocemos por el nombre de Boecio.
Boecio, al igual que los griegos fue una persona mutidisciplinar. Escribió sobre teología, aritmética, geometría y evidentemente sobre música.
Fue él quien tradujo el nombre de las notas del alfabeto griego al abecedario latino. De modo que las notas pasaron a llamarse A, B, C, D… También fue el que pasó de las famosas quince notas a las siete que tenemos ahora. A grandes rasgos lo resolvió jugando con las mayúsculas y las minúsculas.
A, B, C, D, E, F, G, a, b, c, d, e, f, g
Esta notación se la conoce como notación boeciana y estuvo vigente hasta la Edad Media, momento en que aparece un monje italiano llamado Guido d’Arezzo.
Guido vivió alrededor del año 1000 e hizo importantes aportaciones a la música, entre otras fue el que puso el nombre que conocemos a las notas musicales.
En aquella época era bastante habitual cantar un himno dedicado a San Juan Bautista llamado Ut queant laxis.
Ut queant laxis,
Resonare fibbris,
Mira gestorum,
Famuli tuorum,
Solve polluti,
Labii reatum,
Sancte Ioannes.
Una característica curiosa de este canto era que la primera nota de cada verso era un grado superior a la primera nota del verso anterior. O sea que cada verso empezaba con la siguiente nota de la escala.
Guido se dio cuenta de ello y pensó en utilizar la primera sílaba de cada verso para nombrar la primera nota del verso correspondiente. Seguramente pensó que relacionando las notas con los versos sería más fácil de memorizar que utilizando simplemente unas letras que no te dan ninguna referencia.
Por tanto:
La primera nota de ut queant laxis era la C y él la nombró Ut.
La primera nota de resonare fibbris era la D y él la cambió por Re.
La primera nota de mira gestorum era la E y la sustituyó por Mi.
La primera nota de famuli tuorum se llamaba F y él la rebautizó como Fa.
La primera nota de solve polluti era la G y Guido la cambió por Sol.
Finalmente, la primera nota de labii reatum era la A, que pasó a ser La.
En resumen:
C = Ut
D = Re
E = Mi
F = Fa
G = Sol
A = La
Esto ya resulta mucho más familiar, ¿verdad? Quedan por aclarar dos pequeñas cuestiones:
La primera es, ¿Qué ha pasado con el Si?
Pues para empezar que la primera nota del verso sancte Ioannes no es un Si. Pero a Guido esto no le preocupó porque las escalas que utilizaba por aquel entonces eran de seis notas y el pobre Si siempre se quedaba de suplente y sin jugar.
Fue más tarde, a finales del siglo XVI cuando el Si recuperó la ‘titularidad’ y entonces Anselmo de Flandes utilizó la s de sancte y la i de Ioannes para cambiar B por Si.
La segunda es que nosotros no decimos Ut sino Do y el responsable de esto es Giovanni Battista Doni.
Lo que pasó con Ut es que no resulta muy agradecido a la hora de cantarlo. Para la gente que aprende música y debe cantar las notas resulta más fácil cantar sílabas que acaban en vocal. Y fue Battista quien se decidió a cambiar Ut por Do, que realmente se canta mucho más fácil. Parece que escogió Do pensando en la palabra Domine (Señor), aunque también hay quien piensa que lo hizo pensando en su propio apellido Doni.
Para acabar de liquidar el tema dejadme concretar algunas cosas para que todo quede en su sitio.
Actualmente no todos los países nombran las notas musicales del mismo modo. De hecho el ‘Do, Re, Mi…’ se impuso en los países con lenguas romances como es nuestro caso, también Italia, Francia…
En Francia siguen llamando la primera nota Ut, aunque cantan Do igual que nosotros.
En los países anglosajones como Inglaterra o los Estados Unidos se quedaron con el nombre original de las notas: A, B, C, D, E, F, G
Los germánicos también se quedaron igual pero ellos cambiaron la B por H, y para acabar de liarla la B la siguen usando pero para referirse a Sib. Pero tranquilos, hoy lo dejamos aquí.
De modo que por fin tenemos todas las notas en su sitio y por su nombre. Seguro que cuando lo cantábamos de pequeños no nos imaginábamos un camino tan tortuoso, pero eso es lo que lo hace más interesante.
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